ii. Transformación de las prácticas sexista en la escuela
La reflexión respecto al currículo “invisible” (Wesseler, 2000), es decir los aspectos implícitos y tácitos en las normativas educativas vigentes, denotan que los patrones perceptivos, las actitudes, los comportamientos, los saberes y las experiencias de quiénes componen el sistema educativo, se sostiene en arraigadas prácticas sexistas. Por prácticas sexistas, se describe a la tendencia a enseñar y establecer acciones como propias “de la feminidad” y/o “masculinidad”, según la lógica de la estigmatización y los prejuicios. Estas prácticas se reflejan por ejemplo en el lenguaje, en los libros de textos, en las imágenes que se utilizan, en los espacios que se ocupan en la escuela, en las formas de participación, entre otros[1].
El MINERD, en cumplimiento del mandato constitucional de igualdad entre hombre y mujer, y a través de la ley de educación, de las normas internas y de manera específica en el desarrollo curricular, expresa su compromiso con la transversalización del enfoque de género. No obstante, estas medidas requieren más compromiso por parte de todo el sistema educativo, para que la escuela se convierta, en un espacio que promueve la inclusión e igualdad de género. Más allá de la feminización de la matricula o la educación mixta, este hecho es particularmente urgente, sobre todo, de cara al fomento del respeto mutuo y la prevención de todo tipo de violencia y la participación política de mujeres y hombres. La perspectiva del género (PG), es pertinente también para la inclusión educativa, de quiénes manifiestan identidades de género y orientaciones sexuales diversas (lesbianas, homosexuales, transexuales, bisexuales, entre otras).
La perspectiva coeducativa es la estrategia que promueve la igualdad en la escuela. Se realiza mediante metodologías que impulsan desaprender el género, según las pautas sexistas que fomentan la desigualdad entre mujeres y hombres. La metodología coeducativa permite “pasar del sexismo a la igualdad” (Palacios, 2007). Implica la aplicación y renovación permanente de las normas, las políticas y los programas, así como, el currículo y estilos pedagógicos del sistema educativo. En otras palabras, fomenta la no discriminación por razones de sexo, lo que contribuye de forma determinante al cumplimiento de la Ley General de Educación (66-97, ART. 6):
«Crear un ambiente de enseñanza y aprendizaje propicio para el desarrollo del talento en todas sus formas, de la creatividad en todas sus manifestaciones y de la inteligencia en todas sus, expresiones […] de propiciar que el desarrollo de capacidades, actitudes y valores sean fomentados respetando las diferencias individuales y el talento particular de cada estudiante».
La coeducación, o PG en educación, genera cambios en las relaciones entre mujeres y hombres, según sus ciclos vitales. Acompaña la trayectoria de estudiantes, profesoras/es, padres-madres y el sistema en su conjunto, para incentivar una cultura de la igualdad, de la no violencia, del respeto y la aceptación, de la paz basada en el sentido de la justicia de género (ONUMUJERES, 2010). Es una estrategia para fomentar el ejercicio de los derechos humanos, en el contexto escolar y toma en cuenta los siguientes valores:
Diagrama 4: Ética coeducativa
Tabla no. 5: Aspectos de la transformación Coeducativa[2] |
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Interno |
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Interpersonal |
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Institucional |
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En síntesis, el proceso coeducativo trata de transformar las creencias del género, sus doctrinas tácitas en el proceso enseñanza-aprendizaje. “La coeducación supone y exige situaciones de igualdad real de oportunidades académicas profesionales y en general, sociales, de tal modo que nadie - por razones de sexo - parta de una situación de desventaja o tenga que superar especiales dificultades para llegar a los mismos objetivos” (Rizos & Sánchez, s/f). De este modo, la experiencia educativa es significativa, porque revierte la natural exclusión de género, fundada en los valores tradicionales de la feminidad y la masculinidad. Es una práctica que fomenta la ciudadanía y ejercicio pleno de los derechos humanos, porque fomenta el diálogo entre las generaciones, considerando las realidades del género. Este aspecto se profundiza en la siguiente unidad.
[1]Los espacios de la escuela, tales como: izar la bandera, el recreo, así como los códigos de la vestimenta, quiénes decoran el curso, quiénes limpian el curso, quiénes participan más, qué deportes practican las niñas y los niños, qué juegan las niñas y los niños, en que materias destacan las jóvenes, en cuales los jóvenes, qué profesiones se eligen, quién enseña cuáles asignaturas; quién dirige la escuela, etc. Todos esos ámbitos están acotados por las significaciones del sistema sexo-género.
[2]Los aspectos señalados toman como base los elementos planteados por el MINERD en los “Lineamientos del Sistema Educativo para la Educación Afectivo Sexual en los Centros Educativos” (2014).