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1.1 Enfoque integral de la educación sexual

  El Ministerio de Educación, en los Lineamientos del Sistema Educativo para la Educación Afectivo Sexual en los centros educativos (MINERD y UNICEF, 2014), asume como propósito fundamental de la Educación sexual, lo siguiente:

“El desarrollo integral de la sexualidad de los niños, niñas, adolescentes,  jóvenes, y personas adultas a través de procesos socio-educativos basados en evidencias científicas y mediante estrategias metodológicas que propicien el desarrollo de competencias que les permitan la integración de valores, actitudes y estilos de vida saludables que conduzcan al disfrute pleno de su sexualidad y a la prevención efectiva de los riesgos psicosociales.”

 

Este propósito es coherente con la concepción integral de la educación sexual que abarca la totalidad del ser humano, planteada por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Cultura y la Educación (UNESCO 1990, cit. En MINERD y UNICEF, 2014, P. 23), 

“Educación Sexual Integral, como la parte de la educación integral que incorpora los conocimientos biológicos, psicológicos, sociales, culturales y espirituales de la sexualidad y que capacita al individuo para desarrollar sus propios valores y actitudes que le permitan realizar su autodeterminación y vivir su sexualidad de una manera sana, positiva, consciente y responsable dentro de su época, su cultura y su sociedad.”

En el 2015, el MINERD conceptualiza la Educación Integral en Sexualidad como “una parte importante del proceso de enseñanza-aprendizaje que promueve competencias para la toma de decisiones conscientes y críticas en relación con el cuidado del propio cuerpo, las relaciones interpersonales, el ejercicio de la sexualidad y de los derechos, según las diferentes etapas de desarrollo de los y las estudiantes, en un trabajo articulado con las familias y la comunidad

 

De acuerdo con lo anterior, la educación integral en sexualidad desde la escuela requiere de una educación que genere capacidades y competencias individuales para la construcción de relaciones personales con calidad, y por tanto es necesario que promueva aprendizajes en tres niveles: pensamiento, sentimientos y prácticas concretas, como lo asume la propuesta del Ministerio de Educación de Argentina.  ( s/f, p. 4)

En el plano cognitivo, se debe ofrecer información científicamente validada de acuerdo a la etapa evolutiva de cada nivel educativo, que al mismo tiempo contribuya a producir cambios sobre los prejuicios y las creencias (mitos y tabúes) en los cuales se apoyan actitudes discriminatorias.  Del mismo modo, debe estimular el conocimiento de derechos y deberes.

En el plano de la afectividad, para desarrollar capacidades emocionales como la empatía, la solidaridad y la expresión de los sentimientos en un marco de respeto.  Esta es un área novedosa, en tanto la escuela antes no atendía desde el currículo las competencias emocionales, y se pensaba que las mismas se iban desarrollando con el proceso de madurez.  Aunque parte de este proceso se alcanza por distintas vías, hoy se reconoce la importancia de orientar sobre las formas de expresión de los afectos, sobre la autorregulación de las emociones, de mejorar las relaciones interpersonales y promover de una cultura de paz y buen trato, así como el crecimiento integral de las personas. 

Y, en el plano conductual se busca que este aprendizaje se manifieste en la práctica.  Se promueve la asunción de las competencias necesarias para la toma de decisiones, tales como el decir “no” a propuestas o presiones de otras u otros; el fomento de conductas de cuidado de la salud individual y de otras personas; y el manejo adecuado de los sentimientos, afectos y emociones.

Al colocar el enfoque de integralidad en la atención a la educación en sexualidad, sin descuidar ninguno de estos planos, se estarían conjugando al mismo tiempo las capacidades necesarias para generar relaciones satisfactorias con las demás personas, solucionar conflictos, y el reconocimiento del otro sobre la base del  respeto; acorde con los cuatro pilares de la educación planteados en el informe Delors (1996, p. 95),  “... aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser, y aprender a convivir”.

Esta concepción de la Educación Integral en sexualidad cuestiona el rol tradicional de la escuela y a todos los actores responsables de la conducción de estos procesos, y plantea la necesidad de realizar cambios y ajustes en los modelos pedagógicos e institucionales que se transmiten en las prácticas cotidianas en las aulas y en los centros educativos en general.