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1. Introducción

El diálogo  intrageneracional, refiere a los vínculos entre personas que tienen edades similares. Mientras que, el diálogo intergeneracional indica las relaciones  entre personas de edades distintas. Ambas dimensiones son necesarias en el ámbito escolar, para la transformación de la matriz adultocéntrica y de género. Dichas matrices, como se analizó en el tema 1 y 2, establecen distancias, jerarquías y clasificaciones que implican la diferenciación del “yo”, es decir,  se crea la  otredad femenina/masculina,  según clases de edad.  Consiste en definir el “yo”,  por oposición y negación, al modo de antónimos-antagonistas (mujer versus hombres; niños/as versus adulto; niños versus niñas; adolescentes-jóvenes versus adultos/as; adultas versus adultos, profesores vs. profesoras;  estudiantes versus profesoras/es, etc.).

La otredad que no es adulta, tiende a concebirse, en estado de insuficiencia. Desde el aprendizaje de la  separación por grados de edad  o etapas del desarrollo. La niñez, la adolescencia y la juventud, suponen transitoriedad para “llegar a ser”. Esta mirada implica,  desconocer sus producciones y derechos, más bien, se les  aprecia en cuanto suponen “relevo” = reemplazo generacional. Esta noción encierra la competencia entre las generaciones, porque se concibe, desde las lógicas del mercado, como: “preparación para el futuro”,  a modo de  desplazamiento del mundo adulto, cuando se convierten en viejos(as).

La otredad, desde la lógica generacional,  crea oposición, negación y  enemistad (Eco, 2014), porque lo no adulto se representa como “menos”. Estas características dificultan que las distintas generaciones  puedan conversar abierta y confiadamente, respecto a,  preocupaciones, tensiones y malestares cotidianos, porque se asume que NNA-jóvenes carecen de autonomía, “verdad-razón” [1]. El mundo adulto define según sus criterios, “lo realizable” o no, en ocasiones sin respeto y escucha, de quién se percibe como “menos” por la edad y el género. Este aspecto dificulta  el acercamiento entre las niñas, entre los niños, entre adolescentes-jóvenes y niñas/os, porque el criterio edad, también lo reutilizan para establecer dinámicas de control y demarcación por edad.



[1]Ambos apelativos históricamente definen “lo humano”. Desde los procesos de la colonización, los procedimientos de industrialización y liberalismo económico (S. XVII en adelante), sobre todo, en la época de la ilustración se empieza a constituir la idea de que la razón, la verdad, el conocimiento y la autonomía son características propias del hombre blanco, adulto, heterosexual, burgués que vive en la ciudad. En este aspecto la “humanidad es reducida” a los intereses de las clases etarias, género, económicas y sexuales, geográficas, etc., que se constituyen en el poder vigente en nuestros días. Para profundizar estas ideas, consulte el siguiente enlace: http://www.utp.edu.co/~chumanas/revistas/revistas/rev30/vargas.htm