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4.3.1. Sexismo en la educación: La escuela como agente masculinizador y feminizador.

  La carencia de formación didáctica con enfoque de género en las carreras universitarias de  ciencias de la educación, así como los valores, prácticas y vivencias del o la docente permeadas por estereotipos y sesgos de género, inciden en su rol y en la relación con el estudiantado.

El sexismo en la educación se refiere a todas las prácticas discriminatorias que se dan en el proceso de enseñanza y aprendizaje, basadas en la construcción social del género.

El currículo define gran parte de lo que sucede en las instituciones educativas pautando a través del conocimiento, lo que social, cultural e ideológicamente se quiere que aprendan y reproduzcan las personas según el sexo biológico con el que hayan nacido y por lo tanto delimitando los roles y estereotipos de género.

Históricamente el currículo formal, oficial o explícito ha dado un tratamiento a las y los estudiantes sin considerar las particularidades y la realidad socio-cultural de ellas y ellos; reforzando o invisibilizando las brecha y desigualdades de género. Siguiendo a Elsa Alcantara (2011), algunas limitaciones de la educación en ese sentido incluyen: la invisibilización de las mujeres por un sesgo de género  en cuanto a los aportes al conocimiento científico, la participación en la historia y las actividades realizadas por ellas; la utilización del genérico masculino para referirse a todas las personas; en su mayoría, uso de de imágenes, lenguaje y referencias sexistas en cuanto a la participación de hombres y mujeres, respectivamente en los ámbitos públicos y privados de la sociedad en los libros de texto; además, falta de correspondencia de imágenes, lenguaje y referencias con el contexto, modo de vida y apariencia física; imposición de la disciplina de manera discriminatoria, basada en estereotipos de género, esperando obediencia sumisa por parte de las mujeres, mientras que de los hombres se espera mayor resistencia y tendencia a incumplir las normas; en algunas asignaturas ejercicios o metodologías, promoción de manera explícita, de la competencia, la discriminación, la dependencia y el uso desproporcionado de la fuerza física; así como la participación privilegiada de los estudiantes en las actividades deportivas y lúdicas y de las estudiantes en áreas y espacios de mayor quietud, como la literatura, la oratoria, entre otros.

La educación integral en sexualidad no sexista implica el uso de un lenguaje inclusivo y no ofensivo, así como evitar el uso de ejemplos o chistes sexistas acerca del cuerpo y la sexualidad de las mujeres y los hombres; este tipo de chistes son comunes y socialmente aceptados, incluso en las instituciones educativas, si el o la docente los usa, se ríe o no hace un llamado a la reflexión o cuestionamiento cuando las y los estudiantes los emplean, se validan esos contenidos. La educación integral en sexualidad debe ser abierta, debe abandonar, los mitos, la vergüenza y los tabúes, manteniendo siempre un clima de respeto y una actitud crítica y reflexiva.