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ii. Pistas para los diálogos inter-intra generacionales en la escuela

La  idea sobredimensionada que  “quién enseña no aprende”, inhibe al proceso educativo de la capacidad para dar sentido a la vida (en el presente). Se convierte en un espacio para el abuso del poder, mediante disciplinas explicitas e implícitas que refuerzan dicha concepción. Como lo expresan las autoras Cimmino y Marina (2010) “habitualmente en educación estamos tan preocupados por lo que queremos lograr que sean nuestros alumnos, que nos olvidamos quiénes son y como son nuestros alumnos” (p. 3).  Proponer un trabajo pedagógico en clave generacional, implica potenciar la ciudadanía de las niñas, adolescentes y juventudes. Es generar procesos que validan la actuación política, de quiénes tradicionalmente se excluyen del ejercicio de los DDHH. Esta idea se profundizará en el siguiente tema.

El fomento de la ciudadanía implica que, la escuela habilita para participar activamente en la sociedad, según los saberes de las distintas generaciones que convergen en el sistema educativo. Pedagógicamente estos diálogos, se explicitan mediante  los siguientes  derechos educativos:

  • Visibilizar  las capacidades, talentos, aciertos y dificultades del proceso enseñanza-aprendizaje.  Se promueven las voces de quiénes son más estigmatizados/as por el sistema.
  • Reconocer el derecho a la privacidad y la intimidad.  Se evita el prejuzgar o invadir los espacios emocionales, afectivos y físicos. Se les pregunta y consulta, desde una concepción de aprecio por sus particularidades.
  • Respetar  la capacidad de decidir, la autonomía del proceso de aprendizaje.  Se construyen lecciones en las que todos/as aprendemos. No hay una sola verdad. No se impone una única pauta de comportamiento, se exploran soluciones múltiples.
  • Cuestionar las pautas de los vínculos afectivos orientados en la violencia,  del amor como propiedad. Se escucha de manera empática, la historia de los malos tratos.
  • Dialogar reconociendo las preocupaciones, las dudas y tensiones que también viven las personas adultas que acompañan el proceso. Se trata de un pedagogía que promueve “ponerse en los zapatos del otro (a)”.
  • Ejercitar el aprendizaje basado en toma de decisiones, en el poder propio (empoderamiento) para  participar de los “roles adultos/as”. Ejercita el sentido de ciudadanía, como determinante de felicidad y bienestar.
  • Generar confianza para charlar con una persona “ajena” al rol paterno o materno, que les permite profundizar, basada en la autoridad de la información (veraz, vivencial) interpretar lo que están viviendo.
  • Forjar confianzas, para la búsqueda de la “voluntad de sentido” (Frank, 1994).
  • Crear condiciones para afrontar las decisiones cotidianas, respecto al presente, más que al futuro. No se trata de “proyectos de vida”, como algo vacío que vendrá, sino de aprender a convivir, desde pautas responsables,  con las frustraciones, las alegrías, aciertos y desaciertos que impone la cotidianidad en el presente.

Resumidamente, los diálogos generacionales tratan de  perder el miedo a aprender, a  conversar o “lenguajear” desde las emociones (Maturana, 1996). Implica la legitimidad  del otro/a en su pluralidad, así como hablar sobre asuntos de difícil abordaje, por el tabú cultural. En este sentido, el abordaje de la educación integral en sexualidad, permite tejer conocimientos que restituyen derechos que tradicionalmente son negados. Devuelve la ciudadanía social y política que necesitan las niñas/os, adolescentes y jóvenes, para el desarrollo humano integral. En el siguiente tema volvemos sobre esta idea.